El concepto de “transcultura” o “transculturación” implica hablar de flujos culturales entre sociedades puestas en contacto directa (por colonizaciones o migraciones) o indirectamente (“a distancia”, por medios digitales o mediáticos), presentándose diferentes reacciones (adaptación y/o resistencia) por parte de las mencionadas sociedades frente a los nuevos influjos culturales.
Uno de los primeros ideólogos de la transculturación (y quien, de hecho, acuño este término) fue el antropólogo cubano Fernando Ortiz, quien, nacido en 1881, vivió los inicios de su tercera edad en épocas de fuertes pretensiones imperialistas estadounidenses como lo fueron los inicios de la década de los 40 del siglo XX.
Ortiz fue testigo del surgimiento de toda una generación de prolíficos ensayistas, escritores e intelectuales caribeños y sudamericanos, cuyas producciones se centraban en la búsqueda de la verdadera identidad latinoamericana y en el rechazo de la concepción del mestizaje como proceso de “deterioro” de la sociedad (ideales que encajaban dentro de las doctrinas colonialistas estadounidenses de la época, y servían como pretexto para su intromisión “civilizadora”).
Planteamiento de la transculturación según Ortiz
Su postulado de “transculturación” no aceptaba impasiblemente la subyugación de la cultura “menos desarrollada” ante la “más desarrollada” al ponerse ambas en contacto (lo que guarda más relación con el término “aculturación”), sino que, observando y estudiando lo que a su alrededor acontecía, determinó que, en los proceso de transculturación, existe una componente de pugna, tensión y resistencia hacia las pretensiones de la cultura “más desarrollada”.
Estableció, pues, tres ámbitos fundamentales donde se desarrolla esta resistencia en el universo creativo literario: la lengua (instrumento de independencia en la composición literaria), estructuración (espacio, aquí sí, donde pueden fusionarse patrones interculturales) y cosmovisión (base de ideologías y valores autóctonos, es decir, el frente real de resistencia ante la aculturación).
Las teorías de Ortiz, aun cuando fueron vistas con entusiasmo en su tiempo por notables autores, no recibieron demasiada diseminación. Recientemente, sin embargo, éstas han resurgido y obtenido renovado interés, pero varios especialistas han querido sonar las alarmas en cuanto al revestimiento “post modernista” del discurso que frecuentemente la acompaña, el cual, en no pocas oportunidades, pretende otorgarle un carácter de “hibridación” de culturas, asumiendo la transculturación como una armoniosa mezcla que, so pretexto de la globalización, va extendiéndose; en este sentido, advierten que sería irreal ignorar el patente ejercicio de poder que, aún hoy, las culturas dominantes (y dominadoras) tienden a ejercer cuando sociedades diferentes entran en contacto.